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BRASIL - Región de Estudio: Alto Rio Negro

ANTECEDENTES:
La Amazonía es un ecosistema que reúne calidades como ningún otro en nuestro planeta: es la mayor floresta del trópico húmedo y a la vez la de mayor biodiversidad, es hábitat de cientos de pueblos indígenas de las mas variadas culturas que reproducen una gran diversidad cultural adaptada en cada caso al ambiente selvático nada uniforme, es un ecosistema sumamente frágil con suelos pobres en substancias nutritivas y es considerado como una enorme “máquina del clima”, tanto por su elevada producción de oxígeno, como por su característica de un “molino de viento” que revuelve las masas de aire húmedo en todo el hemisferio sur del continente americano.
 

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Mapa de la región del Alto Río Negro
(Amazonía brasileña)
Foto tomado del Alto Río Negro
(Amazonía brasileña)
Mapa del Amazonía Brasileña
Fuente: Google Earth

La región del Alto Río Negro (Amazonía brasileña):
un laboratorio para la bío- y sociodiversidad

Georg Grünberg (2002),
Colaborador científico del Instituto Socioambiental, Sao Paulo, Brasil

Lo que se puede constatar a través de las fotos satélites, es el hecho, que en los últimos veinte años entre 9 y 12 % de la selva fue destruida, irreversiblemente. Pero no se puede aclarar fuera de dudas, si esta reducción haya influenciada en los cambios climáticos que se pueden observar tanto en la Amazonía como al nivel mundial. “Sociodiversidad y biodiversidad definen el Brasil en el contexto de un mundo en acelerado proceso de globalización. Pero el desarrollo devastador y socialmente excluyente destruye el patrimonio, deprava la identidad y agrava la crisis brasileña. El futuro exige como pasaporte una nueva síntesis: sostenibilidad socioambiental “ (ISA 1998). Y la Amazonía es su piedra angular.

La visión del mundo en las culturas amazónicas no admite el concepto de un “medio ambiente”, siempre externo y periférico al espacio humano propio, porque la pertenencia a un cosmos definido implica un diálogo permanente entre todos los seres, entre los cuales “la gente” y uno mismo es parte y contraparte a la vez (Grünberg 1995b). Es una convivencia dialogante y con reglas abiertas. Ello representan culturas con opciones importantes para la conservación y el uso inteligente de ecosistemas impermeables para las tecnologías de “los blancos”. Pero después de haber descubierto que el “buen salvaje” no existe, los ecologistas tendrán que aceptar que el “indio ecológico” por naturaleza tampoco existe, entendiendo que la perspectiva ecológica desde afuera no puede corresponder a la visión de un mundo selvático desde adentro. En los movimientos ambientalistas, sin embargo, surgió un nuevo, si bien ambiguo aliado de los pueblos indígenas del trópico americano, que amplia el espectro de la defensa de lo común a partir de la sensación de una amenaza creciente de lo que es hábitat para los unos y medio ambiente para los otros. Esta convergencia interpretativa de un bien común amenazado, posibilita una práctica común a favor de los derechos permanentes para “otros seres” y para “otros modos de ser”, es decir, en el lenguaje de la ecología occidental, protegiendo a la biodiversidad y a la sociodiversidad del planeta.

La región del Alto Río Negro, parte del mundo complejo del noroeste amazónico, es un área de más de 100.000 km2 que sigue siendo habitado casi exclusivamente por pueblos indígenas y en una situación privilegiada de ausencia de grandes conflictos e invasiones masivas de colonos, lavadores de oro (“garimpeiros”) etc. En más de 400 poblaciones viven cerca de 35.000 indígenas pertenecientes a 19 pueblos diferentes, los que desde hace siglos se articulan en un sistema multiétnico regional de complementariedad a través de una circulación de personas, servicios y bienes y dentro de un área considerada hábitat de todos los descendientes de un ser mítico común.

Esta confederación tribal desde luego es transnacional y abarca fuera de los afluentes del Río Negro, en territorio hoy brasileño, también las comunidades río arriba que pertenecen a Colombia y, en una pequeña extensión, Venezuela. La costumbre de casarse siempre con una muchacha de otra tribu garantiza un constante flujo de lenguas y conocimientos específicos sobre las microregiones de la cuenca y, desde la invasión de españoles y portugueses en el área, también sobre la noción del Estado Nacional con sus connotaciones de cultura política, ideologías de seguridad y recetas para el desarrollo. La única institución de presencia masiva y con aspiraciones igualmente transnacionales ha sido, como siempre, la iglesia católica, que a través de su misión de origen italiana impregnó la transformación de los pueblos confederados hasta reducir su expresión cultural a un nivel de casi clandestinidad. En las palabras diplomáticas de un anciano Tukano, esta historia de la “extirpación de la idolatría” al estilo italiano del siglo XX significó, por un lado, la pérdida de la mitad de su cultura, pero al mismo tiempo, la adquisición de nuevos conocimientos que les posibilitan actualmente “defender con éxito la otra mitad de nuestra cultura”.

La realidad amazónica de los años 90, en general, no daba un margen muy amplio a la política de los indígenas en la defensa de sus culturas y de su hábitat. Pero el ejemplo de los pueblos del Alto Río Negro muestra una posibilidad de fortalecer una sociedad regional multilingüe y supranacional, con identidad propia y aprovechando el alto grado de educación formal implantado por el sistema misionero.

La región del Alto Río Negro, parte del mundo complejo del noroeste amazónico, es un área de más de 100.000 km2 que sigue siendo habitado casi exclusivamente por pueblos indígenas y en una situación privilegiada de ausencia de grandes conflictos e invasiones masivas de colonos, lavadores de oro (“garimpeiros”) etc. En más de 400 poblaciones viven cerca de 35.000 indígenas pertenecientes a 19 pueblos diferentes, los que desde hace siglos se articulan en un sistema multiétnico regional de complementariedad a través de una circulación de personas, servicios y bienes y dentro de un área considerada hábitat de todos los descendientes de un ser mítico común.

Esta confederación tribal desde luego es transnacional y abarca fuera de los afluentes del Río Negro, en territorio hoy brasileño, también las comunidades río arriba que pertenecen a Colombia y, en una pequeña extensión, Venezuela. La costumbre de casarse siempre con una muchacha de otra tribu garantiza un constante flujo de lenguas y conocimientos específicos sobre las microregiones de la cuenca y, desde la invasión de españoles y portugueses en el área, también sobre la noción del Estado Nacional con sus connotaciones de cultura política, ideologías de seguridad y recetas para el desarrollo. La única institución de presencia masiva y con aspiraciones igualmente transnacionales ha sido, como siempre, la iglesia católica, que a través de su misión de origen italiana impregnó la transformación de los pueblos confederados hasta reducir su expresión cultural a un nivel de casi clandestinidad. En las palabras diplomáticas de un anciano Tukano, esta historia de la “extirpación de la idolatría” al estilo italiano del siglo XX significó, por un lado, la pérdida de la mitad de su cultura, pero al mismo tiempo, la adquisición de nuevos conocimientos que les posibilitan actualmente “defender con éxito la otra mitad de nuestra cultura”.

La realidad amazónica de los años 90, en general, no daba un margen muy amplio a la política de los indígenas en la defensa de sus culturas y de su hábitat. Pero el ejemplo de los pueblos del Alto Río Negro muestra una posibilidad de fortalecer una sociedad regional multilingüe y supranacional, con identidad propia y aprovechando el alto grado de educación formal implantado por el sistema misionero.

Los factores que viabilizaron tal desarrollo con rostro amazónico se encuentran en la convicción de una descendencia mitológica común, base para la articulación de la reciprocidad intertribal transformada en una potente Federación de Organizaciones Indígenas del Río Negro ( FOIRN ), en un liderazgo jerarquizado según pertenencia a etnias y linajes que restringe el acceso al poder, en un acceso socialmente ilimitado, pero territorialmente definido, a todos los recursos naturales, y, como resultante de circunstancias favorables, en el dominio real sobre el acceso a las tierras y recursos de la región. El área fue ampliamente estudiado y resultó sorprendente, que precisamente la pobreza del ecosistema de los afluentes del Río Negro obligó a sus habitantes a estrategias de diversificación para hacer un buen uso de los escasos recursos y para garantizar el equilibrio regional mediante un alto grado de integración tribal de todos los pueblos del área. Son verdaderos maestros de la articulación de la diversidad.

En las circunstancias actuales, la alta diplomacia de las relaciones intertribales se extiende de la región del noroeste amazónico a la búsqueda de nuevos aliados en la Sociedad Civil brasileña y en las ONGs internacionales de interés en la preservación del bosque tropical (p.ej. Alianza para el Clima Austria, Greenpeace) y apoyando a la vez la emergencia de organizaciones indígenas con articulación multinacional y panamazónica, (como p.ej. COIAB y COICA). Buscando coincidencias en los intereses tan variados del crucigrama amazonense, la Federación de Organizaciones Indígenas del Río Negro (FOIRN) asumió el liderazgo en la articulación de la diversidad de una parte importante del hábitat de la selva, donde las opciones siguen todavía abiertas.

No es la “visión de los vencidos”, no es el refugio y la defensa que prevalece en la dinámica histórica de estos pueblos amazónicos, sino una conciencia viva de una historia de actores políticos que lograron no sucumbir ante las agresiones del colonialismo en sus apariencias variadas, incluyendo a un desarrollismo agresivo y depredador. Buscan nuevos aliados para defender lo proprio, y buscan también interlocutores capaces de escuchar, aprender, entender. Están convencidos, que su sabiduría es una importante contribución a la humanidad, y que poco a poco los demás se estarán dando cuenta de esta verdad. El reconocimiento de los derechos territoriales de parte del gobierno Federal brasileño en 1996, y la capacidad comprobada de cooperación con instancias de apoyo extranjeras han creado una nueva modalidad de un desarrollo amazónico, conjugando conservación y uso sostenible del medio ambiente con una autonomía multicultural.